jueves, 8 de marzo de 2012

#2 He de ser sincero.

He de ser sincero. Después de cómo veo que se desarrollan los acontecimientos, he de decir que dudo muchísimo de qué es lo que me ha ocurrido estos últimos 3 años. Sí, 3 años.

El parto ha sido asqueroso. De lo más escatoológico y repugnante que te puedas imaginar. Una amalgama de sangre y vasos, envueltos en plasma y líquido amniótico y una luz especial. Y la criatura que ha aparecido ha estado a la altura de las espectativas. Uno de los animales más admirados por mí ha sido el lobo, lupus canis. Un ser propio de bosques helados, de novelas de vampiros legendarios, que arrasaban con culquier atisbo de humanidad encarnizada que tuviese lugar en los límites de su territorio. No es la venida de un lobo lo que ha tenido lugar, sino la de una hiena. Seres que ríen cual demonios, que follan como perras y que estremecen la carne a cualquier persona que se cruce en su camino. Esta noche una madre humana ha parido una hiena. Bienvenida al mundo. Abre tus fauces, que lo que has tragado no es nada en comparación con lo que aún queda por tragar.

domingo, 4 de marzo de 2012

#1 El adiós.

No voy a decir que soy una persona experimentada. Me parecería hipócrita que después de escasos 22 años dijese de mí que soy un cúmulo de experiencias. Ni mucho menos, soy un crío. Un puto crío en mitad de un montón de casualidades, pero no una persona experimentada. He vivido cómo las personas de mi alrededor crecían, experimentaban, jugaban con sus coños y sus pollas, como niños, hasta hacerse de latón. He visto a gente morir, y he visto a gente nacer. He visto abusos, abusados y abusadores; y no he hecho nada por evitarlo. He visto cómo los grandes se hacían pequeños y luego grandes otra vez, para ser ahora un híbrido entre la grandeza y algo que no sé explicar. He sentido el amor, y he sentido el desprecio. He visto cómo se reían y aprovechaban de mí. He visto lo absurdo que puede llegar a ser el amor, y lo tierno que resulta cuando es desinteresado y puro. Y lo he disfrutado cómo disfruta un niño chico en una tienda de caramelos. He visto otras culturas y sido de otras culturas, y he tenido que despedirme a la fuerza de quien no quería despedirme.

La cosa es que mañana me voy. Me voy, y no creo que vaya a volver (en un sentido metafísico, por supuesto). Mañana morirá una parte de mí, a la que a día de hoy desprecio con todo mi ser. Y es el momento de buscar otros zapatos con los que andar por ahí. Unos zapatos de cuero y de coral. Es el momento de mandar a la mierda lo viejo, y lo nuevo también. Mañana nace el nuevo yo, y le estoy esperando vestido con la mortaja y deseándole toda la suerte del mundo, la suerte que, en cierto modo, a mí me ha faltado. Es un nuevo yo que viene a comerse el mundo como el que se come una manzana a mordiscos. Un ser sexual, sádico y frívolo. Una persona que tiene lo mismo de tierno que de salvaje, y que retoma la filosofía de la praxis, dejando de lado razonamientos mediocres para dar paso al puro razonamiento animal. Perdonar y olvidar es para débiles. Lo fuerte es devolverlo, cuanto más fuerte mejor, y cuanto más daño, mejor. Un baúl de rencor y de autoestima, en el que convergen la sexualidad y la ternura. Una nueva forma de entender el mundo.

Como es lógico, alguien podría plantearse que este tránsito no es algo que se hace de un día para otro, que un parto conlleva una gestación, y una gestación de unos cuidados. Yo digo que ya habido suficiente gestación. Es el momento de romper el saco amniótico y sacar a la hiena a respirar.

Y aquí es donde lo voy a dar a luz. Envuelto en sangre y restos de placenta. Nacido ya con dientes, colmillos y un hambre voraz. Una bestia vengadora que viene a cobrarse las deudas que yo dejo con mi marcha. Y no dejará títere con cabeza. Exprimir, romper, cortar y sangrar.